lunes, 30 de septiembre de 2013

EL HOMBRE LOBO

                                                 


UN JOVEN CONTEMPLA ATERRADO LOS EXTRAÑOS FENÓMENOS SUCEDIDOS DURANTE SU VISITA A UN PUEBLO DE ZAMORA CON MOTIVO DE UN ENTIERRO FAMILIAR.

Todo comenzó en el invierno de 1.993. Yo tenía 24 años y era una persona normal, joven y alegre. Había viajado solo al pueblo de mis padres en Zamora para asistir al entierro de una tía de mi padre que había fallecido a los 84 años de edad.
Llegué cuando todo había terminado. Pedí disculpas a mi abuelo por no poder haber llegado antes, pero es que todo había sido tan precipitado. Las campanas tocaron a muerte, y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Comenzaba a anochecer y el frío se notaba cada vez más; además había empezado a nevar. El pueblo parecía ser un pueblo fantasma.
Me dirigía a casa de mi abuelo que está alejada de las demás casas, y entonces lo escuché nitidamente.
Era un aullido, un tremendo aullido de lobo. Sentí un aliento fétido a mis espaldas; me di la vuelta y entonces lo vi; era un tremendo lobo negro. Sus ojos tenían un brillo asesino y sus fauces abiertas buscaron mi cuello.
En un instante se abalanzó sobre mi y me tiró al suelo. No podía zafarme, tenía mucha más fuerza que yo. Sentí el primer mordisco y después escuché un disparo.
Cuando desperté me encontraba en casa de mi abuelo. El había sido el autor del disparo. Pregunté por el lobo; y mi abuelo me lo enseñó. Allí estaba, muerto. Era un ejemplar tremendo, quizás su peso llegara a los 70 kilos.
Me toqué el cuello; me dolía la herida que me había producido la terrible alimaña.
Mi abuelo me trajo la cena y al poco rato me fui a la cama y me quedé profundamente dormido. Soñé con el tremendo lobo, me miraba, sus ojos eran claros y me sentí relajado.
Me desperté no se a que hora de la madrugada. Me seguía doliendo la herida del cuello. Me acerque a un espejo para mirarme y entonces mi sangre se heló en las venas.
Me toqué las orejas y me dí cuenta que eran puntiagudas; mis ojos ya no eran azules, sino marrones y oblicuos, mi nariz era un largo y tremendo hocico, y mis manos....
¡Dios, mis manos no eran manos, se habían convertido en unas horribles garras, garras de lobo... Y mi cuerpo estaba lleno de un pelo duro y negro...
¡Me había convertido en pocas horas en un hombre-lobo... Era una locura; una tremenda locura, pero así era; y ahora sentía unas ganas tremendas de comer ¡carne fresca!.
Escuché un ruido en la otra habitación; era mi abuelo que estaba roncando, me acerqué a su cama, lo agarré por la cabeza y le mordí en el cuello; la sangre empezó a salir a borbotones y yo comía su carne con tremendo apetito.
Después de esto, me acerqué a la ventana y miré la luna ¡Estaba llena y me miraba! Un aullido lastimero salió de mi garganta.
Era la primera muerte de las muchas que tendría que llevar a cabo al haberme convertido en un monstruo sediento de sangre y carne humana.
Me desperté con un dolor de cabeza increíble y un sabor agridulce en la boca. Me toqué con los dedos la comisura de los labios y noté que tenía algo que parecía reseco; entonces me dí cuenta de lo que era. ¡Sangre!...
Miré a mi alrededor y vi que estaba totalmente desnudo al lado de mi pijama que estaba tirado en el suelo y totalmente destrozado.
¿Qué extraños sucesos habían ocurrido la noche anterior?...
Han pasado ya dos meses desde aquellos terribles acontecimientos y cada plenilunio se repite el mismo ritual. ¡Debo salir a buscar carne humana. He leído bastante en este tiempo sobre la licantropia, esa tremenda enfermedad que me ha convertido en una bestia asesina; en todos los libros dice lo mismo:
"Al hombre-lobo debe matarlo alguien que lo ame y sienta mucho cariño por él; y debe hacerlo disparandole al corazón una bala de plata o en su defecto un cuchillo plateado"...
Dire también que en este tiempo he conocido a una muchacha; yo siento verdadera pasión por ella y me parece que ella también siente lo mismo por mi.
 ¡Dios mio!, cada vez que hay luna llena debo buscar cualquier pretexto para no verla todo ese tiempo.
Es una locura, pero debo decírselo  debo contarle en lo que me he convertido...
Ella lo comprenderá; será esta noche. Tengo preparado ya el puñal...
Esta carta se encontró al lado del cadáver de un joven con un puñal de plata clavado en el corazón.
Junto a él una joven que confesó haber sido la persona que lo había matado. El motivo....
"Dijo que aquella noche él se había convertido en un hombre-lobo"


viernes, 27 de septiembre de 2013

LA MECEDORA

                                   



LA SINIESTRA HISTORIA DE DOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS QUE DECIDEN
LLEVARSE A LA RESIDENCIA UNA VIEJA MECEDORA ABANDONADA EN LA
CALLE.

Yo vivo en una residencia de estudiantes y las habitaciones no es que tengan muchos muebles: dos
camas, dos armarios y una mesa con dos sillas. Como podréis comprobar no vivo solo; comparto mi
habitación con mi amigo Sergio. Pues debido a esa escasez de muebles y de la amplitud de la
habitación, un día que volvíamos de la biblioteca, vimos en un contenedor una mecedora vieja que
estaba chulisima y la pillamos. Estuvimos meciéndonos en la calle y decidimos subirla a la
habitación. No fue nada fácil hacerlo y sortear al bedel, que un tio tope brasas. Pero con mucho
arte lo conseguimos y dejamos la mecedora en una esquina de la habitación y fue acumulando ropa
encima de ella.
Pero una semana después, una noche que estaba estudiando, me pareció ver que la mecedora se
movía, era imposible, al principio pensé que seria una corriente de aire o algo, y me levante a
cerrar las ventanas, pero las ventanas ya estaban cerradas. Pensé: 'seran imaginaciones mías', y me
volví a sentar en la mesa, pero por el rabillo del ojo no podía dejar de mirar la mecedora. Cuando
me olvide del incidente, oí un ruido y me gire. Las cazadoras que estaban en el respaldo de la
mecedora habían caído al suelo. Me levanté a recogerlas y vi, esta vez muy claramente, que la
mecedora se movía, y no era por la inercia de haberse caído las chupas. Se movía muy despacio,
como si alguien se estuviese meciendo. Bajé corriendo a la sala de TV a avisar a Sergio. Subió
conmigo mientras repetía que serían cosas mías, y cuando abrimos la puerta vimos la mecedora
tirada en el suelo, de lado, y todas las ropas desperdigadas por la habitación. Sergio dijo que vale,
que muy buena la broma pero que no se creía nada. Levante la mecedora y volvió a poner la ropa
encima. Y nos fuimos a la cama. Yo no podía quitar ojo a la mecedora pero finalmente me dormí.
De pronto me despertó un ruido, como un roce de algo con algo, y encendí la luz, Sergio se
despertó. 'Tío apaga la luz', dijo.' ¿No oyes un ruido?', le dije nervioso. 'No, solo te oigo a ti dando
la brasa', grito. Finalmente escucho el ruido. Era como un roce. Buscamos de donde venia y vimos
el llavero metálico que colgaba de la llave de la cerradura balanceándose y pegando con la puerta
de madera. Estábamos cagados de miedo mirándolo y de pronto empezó a dar vueltas como loco, en
círculo, como cuando das vueltas a una cadena alrededor de un dedo, pero lo hacia solo y alrededor
de la llave que estaba encajada en la cerradura. Sergio se cabreo. Que ya valía, que muy buena la
bromita; y yo: 'tio, que no soy yo'. Y de repente empezó a cerrarse con dos vueltas la cerradura.
Clack, clack. Clack, clack... Sergio dijo 'Vale, ya se, están cerrando con otra llave por fuera', y se
giro como diciendo 'aquí ya esta todo arreglado', pero me empujo para que me girase. La mecedora
estaba moviéndose suavemente.
Estábamos que se nos salía el corazón por la boca. El ruido de la llave paro y el llavero se dejo de
mover, pero la mecedora se empezó a agitar de forma violenta..., mas y mas, mas y mas..., hasta que
se volcó.
Sergio abrió la puerta y salimos al pasillo. Decidimos no contarlo. Después de un rato deambulando
por ahí volvimos a la habitación, cogimos la mecedora y la bajamos al patio.
Al día siguiente el bedel pregunto en el comedor que quien había metido una mecedora en el patio,
que ya estaba harto de chorradas y que el próximo que armase alguna se la iba a ganar. Cuando
después de desayunar nos íbamos para clase vimos al diré de la resi ojeando la mecedora. No sé si la
habrá cogido.

TERROR EN EL BOSQUE


                     

Esta historia está narrada en primera persona siendo una leyenda urbana, en ningún caso es real.

LA PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA EXPERIMENTA EXTRAÑOS FENÓMENOS
TRAS SABERSE PERDIDA EN UN BOSQUE

Recuerdo la primera vez que pisé este bosque. Pasábamos el verano en una casa en plena
naturaleza. Era un pequeño pueblo alejado de todo y de todos. Recuerdo que una vez me enfadé
con mi madre y salí de casa a despejarme con el frío aire de la noche.
Empecé a andar sumida en mis pensamientos y de repente me encontré rodeada de árboles y demás
arbustos.
Miré hacia todas direcciones pero era todo igual. El suelo era pedregoso pero cubierto de verdín.
No había ningún tipo de rastro del hombre. Ni arbustos aplastados, ni marcas de huellas en el suelo.
Estaba claro que hacía tiempo que nadie pasaba por allí.
Debería haberme envuelto el pánico, pues me había perdido en un bosque, literalmente dicho. Pero,
en cambio, me sentí arropada por esos árboles. Sus troncos eran gruesos y de formas retorcidas. El
aire formaba un silbido especial al chocar contra las largas hojas y la temperatura era idónea. Se
veían destellos blancos por todos los sitios pues la luna se filtraba por donde podía entre aquellas
enormes ramas. El aire frío contrastaba con la caliente temperatura y eso daba una sensación
satisfactoria, como si estuviera drogada por algo que no sabía que era. El silencio era sepulcral, no
se oía nada excepto el suave silbido del aire.
Empecé a andar y deseé quedarme allí de por vida. No pensaba en nada, simplemente andaba,
disfrutando cada partícula de esa maravilla. Entonces me invadió el sueño y me tumbé en el suelo.
Aunque había piedras me pareció el más confortable del mundo. Cerré los ojos y entre el aroma de
fresca hierba me dormí.
Al día siguiente, me desperté en mi cama. Pensé que todo había sido un sueño, pues había sido
demasiado surrealista para que hubiera pasado en la realidad.
El sol brillaba en el pueblo, de modo que me decidí a dar un paseo con una mínima esperanza de
poder encontrar el lugar de mis sueños. Empecé a andar como el día anterior y lo encontré. No
había sido un sueño.
Paseé, esta vez con el sol filtrándose entre las ramas y dando un toque dorado que idealizaba más el
lugar. Me senté en el suelo y me quedé inmóvil. No hice nada, sólo respiré el fresco aire y observé.
Observé cuidadosamente durante largo rato. Para mí el tiempo se detuvo en ese momento. Tenía la
misma sensación que el día anterior, como si estuviera flotando. Pasaron las horas y sin quererlo se
hizo de noche. Volví a casa sin saber como.
Cada día de los siguientes iba a ese bosque. Me quedaba observándolo, paseando sus hermosos
caminos y saboreando su olor especial. Tantas horas pasé allí hasta que me absorbió por completo.
A cualquier hora deseaba estar allí. Tanto lo deseaba que me desconcentraba y no prestaba
atención a mis padres. No podía vivir sin ese bosque. Sentía que me faltaba el aire si no iba allí. Así
que una noche me escapé y volví.
Entonces me senté en el suelo como siempre y empecé mi meditación diaria. Pero ese día no iba a
ser como los demás. De repente todo se volvió diferente. Lo primero que sentí fue la temperatura.
Ese aire cálido que antes flotaba se convirtió en uno gélido que me dio escalofríos por todo el
cuerpo. El olor ya no era de hierba fresca si no de algo repugnante, como podrido. Me levanté y
observé intentando averiguar que le pasaba a mi bosque. Pero una sensación de terror me envolvió,
ya que no me pareció seguro sino todo lo contrario.
Me entraron ganas de salir de allí, así que empecé a andar a paso ligero hacia la salida. Pero
después de andar un largo rato, volví al mismo lugar. Me entró el pánico, pues mis ganas de dejar
ese bosque aumentaron, de modo que empecé a correr.
De repente algo me cogió del tobillo y me caí. Mientras mi labio sangraba me levanté dispuesta a
correr todo lo que podía. Y así lo hice. Mientras corría, el silbido del aire se convirtió en aullido, los
troncos de retorcidas formas parecía que me observaban con cruel aspecto y cada vez me costaba
más correr. Y llegué al mismo sitio. El agotamiento se unió a mi desesperación e hice un último
esfuerzo. Corrí lo más que pude hacia otras direcciones mientras el bosque me gritaba en los oídos
y el aire frío me helaba los huesos. De repente, las piernas se me paralizaron y con un gemido caí.
Levanté la vista con mi labio sangrante y observé que enfrente de mí se erguía un gran árbol
idéntico a sus compañeros. Me quedé mirándolo y no se como, en ese momento supe que nunca
saldría de ese bosque. Un imán muy fuerte me atraía hacía ese árbol y en un momento sus formas
retorcidas de empezaron a mover con un ruido ensordecedor, abriéndose como una flor en
primavera. Esa fuerza me atraía más y más hasta que me encontré dentro del árbol. Sus formas
entonces se empezaron a cerrar hasta que todo fue oscuridad. Estaba dentro del árbol. Se hizo el
silencio.
Mis lágrimas recorrían mi rostro mientras yo golpeaba en todos los sitios son todas mis fuerzas.
Hasta que un dolor indescriptible se apoderó de mi cuerpo. Me paré sobresaltada. Empecé a
sangrar más de mi labio. Me dolía todo. Entonces grité y salpiqué sangre que salió de mi garganta.
No sabía que me pasaba. Mis lágrimas se habían tornado rojas y mi nariz sangraba a borbotones.
Me ahogaba. De repente me quedé inmóvil.
Ahora podía ver dentro de mi tronco de árbol tras una cortina púrpura que ocultaba mis ojos.
Sabía que ese iba a ser mi hogar para siempre. Sigo aquí. Mi antigua personalidad no se ha muerto
del todo. Aunque forme parte de este bosque y sea su máxima aliada, aun tengo recuerdos de mi
vida anterior. Mis padres, el pueblo y mis agradables visitas a este bosque antes de que me
mostrara su verdadera cara. No sé como, puedo observar el resto del bosque por si viene alguien
que pueda acompañarnos. Le engañaremos hasta que sea demasiado tarde.
Le atraparemos como me atrapó a mí. Y así viviré hasta que a este árbol se le acabe la vida y con la
suya la mía también.
  

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