Juan, que así se llamaba el menor de los hermanos siempre iba acompañado de su fiel perra Laika, que era un pastor alemán precioso que se habían encontrado perdida por una carretera cercana.
Los tres hermanos compartían una humilde casa de labradores con una sola habitación en la que habían colocado tres literas, un minúsculo aseo y una cocina de leña, típica de las zonas rurales. El poco tiempo libre del que disponían, pues como de todos es sabido a las labores del campo hay que dedicarles muchas horas, lo pasaban en un pequeño comedor en el centro de la vivienda jugando a las cartas o escuchando un viejo transistor que tenían sobre la repisa de la chimenea.
Una tarde de otoño después de haber pasado todo el día en el campo se dispusieron a volver a casa y cocinar unas patatas con un poco de carne que habían comprado hace unos días en el pueblo. Una vez en casa mientras pedro preparaba la cena para Juan y para Román que era el mayor de los hermanos, escucharon por la radio que Ricardo Ruiz Pérez se había fugado del psiquiátrico de bétera y que podía andar por los alrededores.
Ricardo Ruiz era un peligroso psicópata, al cual encerraron por el asesinato y
violación de cinco menores. Tardaron varios meses en descubrir los hechos pues
él solía descuartizar a sus víctimas y echárselas de comer a una jauría de
perros que tenía en una finca de Murcia. Los asesinatos de Ricardo fueron muy
seguidos por el pueblo español ya que entre sus víctimas se encontraban tres
hermanas de una misma familia y esto conmocionó a la opinión publica
Los tres hermanos se sintieron angustiados por la noticia ya que ellos como el
resto de españoles habían seguido las fechorías de Ricardo. Durante la cena el
tema de tertulia fue el recuerdo de los asesinatos y la poca seguridad que había
en el psiquiátrico, ya que era incomprensible que se hubiese podido escapar un
asesino como éste.
Sobre las diez de la noche se prepararon todos para ir a dormir. En la habitación Pedro dormía en la litera superior, Román en la del centro y Juan en la de abajo. Debajo de la litera de Juan dormía Laika, a la que le encantaba que Juan por las noches antes de dormir le rascase el lomo y ella como muestra de cariño le lamía siempre la mano.
Sobre las diez de la noche se prepararon todos para ir a dormir. En la habitación Pedro dormía en la litera superior, Román en la del centro y Juan en la de abajo. Debajo de la litera de Juan dormía Laika, a la que le encantaba que Juan por las noches antes de dormir le rascase el lomo y ella como muestra de cariño le lamía siempre la mano.
Media hora más tarde estaban ya todos acostados y prácticamente dormidos por el
cansancio acumulado del día anterior. Pasaron las horas y de repente algo
sobresaltó a Juan, había escuchado como el chirriar de la puerta, se mantuvo
expectante durante unos segundos y luego introdujo su mano debajo de la cama
para acariciar a su fiel amiga, ésta se lo agradeció como de costumbre, con unos
lametones en la mano, esto tranquilizó a Juan ya que si alguien intentase entrar
en la casa ella sería la primera en darse cuenta y se volvió a dormir
profundamente.
Pasaron las horas y por la ventana del cuarto comenzaban a entrar los primeros
rayos de luz a la diminuta estancia. Pero más que la luz del sol lo que despertó
a Juan fueron unas pequeñas gotas que caían sobre su rostro. abrió poco a poco
los ojos mientras se llevaba las manos al rostro donde notaba que caían las
gotas y noto que tenían un tacto espeso, cuando finalmente abrió los ojos vio
que esas gotas procedían del colchón de Román y que ese color rojizo que
desprendían sólo podía ser sangre
Se levantó de un salto de la cama y miró a su hermano Román, se quedó paralizado
de terror, estaba amordazado y con una infinidad de cuchilladas en su cuerpo y
sobre él también caían gotas de sangre provenientes del colchón superior donde
un cuchillo atravesaba el cuello de su hermano pedro.
Juan, incrédulo ante la barbarie que estaba presenciando, se arrodilló en el
suelo llorando y allí pudo encontrar a su querida perra Laika con el morro atado
y abierta en canal y entre las patas de esta una nota ensangrentada donde se
podía leer "los locos también sabemos lamer".
Juan, aterrado, notificó los hechos a la policía diciendo que Ricardo Ruiz había
asesinado a sus hermanos y a su perra, pero la policía no le creyó.
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