martes, 31 de diciembre de 2013
LAS PIRÁMIDES ( ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA ) SUS ESPIRITUS
El Antiguo Egipto fascina tanto a los turistas como a los científicos porque lejos de las a sépticas cifras y datos que suministra la arqueología, se vislumbra una cultura misteriosa como ninguna, capaz de trabajar con técnicas que aún se desconocen, quién sabe si fruto de sus contactos con seres procedentes de otros niveles de la realidad, tal y como muchos sugieren.
Son numerosos los historiadores que desde la antigüedad han referido la presencia de entes custodios, de formas cuya luminiscencia irradiaba en la oscuridad de la noche y de objetos cuya transparencia dejaba ver tras ellos las pirámides de las que procedían.
Podemos encontrar narraciones de este tipo en la biblioteca del Museo de El Cairo, sobre todo en los volúmenes de las llamadas Leyendas árabes, recogidas en los siglos VIII al XV, procedentes de informaciones transmitidas oralmente, generación tras generación, y que se remontan al propio nacimiento de la civilización faraónica. Rodeadas de ese halo mágico que caracteriza la literatura oriental, entre líneas ofrecen datos reveladores. Son las lagunas cuya sola presencia aterra, porque su estudio nos lleva a plantear otras bases distintas a las que, hoy por hoy, sustentan la historia.
El 8 de enero de 1897, el Instituto Egipcio recibió una carta firmada por William Groff, que había sido redactada en los siguientes términos: "Hace unas semanas, tuve la ocasión de pasar la noche en el desierto de Giza con nuestro vicepresidente, el doctor Abate Bajá. Por la tarde observamos una luz que parecía girar lentamente alrededor de la tercera pirámide, más o menos a la mitad de su altura; era como una pequeña llama que daba la impresión de rodear tres veces la pirámide, después de lo cual desapareció.
Vigilé atentamente esta pirámide durante buena parte de la noche. Hacia las once, volví a ver otra luz; esta vez era de color azul pálido; ascendió lentamente, casi en línea recta, y al llegar a cierta altura sobre la cúspide de la pirámide, desapareció, extinguiéndose. He pasado muchas noches en el desierto cerca de las pirámides de Giza, y he visto alrededor de ellas luces, aunque al principio no me planteé cuál era su origen.
Luego fui prestando mayor atención al asunto e hice algunas averiguaciones; la primera de ellas, que estas luces no se ven con mucha frecuencia. Sospecho que son debidas a emanaciones procedentes del interior de la pirámide. Este aire es más cálido que la atmósfera del desierto provocando corrientes térmicas que arrastran consigo esas emanaciones, que son - o se vuelven- luminosas".
La tesis de Groff y del Abate Bajá dista mucho de explicar el fenómeno, ya que, en primer lugar, las pirámides son herméticas y no permiten corrientes de aire, como cualquiera puede comprobar, motivo por el cual se han tenido que realizar trabajos que permitan renovar el aire en su interior.
En segundo término, nos enfrentamos al problema de interpretar por qué estas luces suben, bajan o dan varias vueltas a las pirámides. La parte positiva es que su exposición nada tiene que ver con una posible sugestión producida por el lugar y los monumentos que produciría la visión subjetiva de cierto tipo de espectros, lo que da veracidad a la narración.
La aparición de estas luces es un hecho constatado pudiendo incluso fotografiarse. Los documentos gráficos no ofrecen dudas. Egipto y, en especial, las pirámides de Giza guardan el secreto de luces que surcan la noche o que aparecen en cualquier sala de los templos para asombro de quien las contempla. Como Groff, se puede jugar con hipótesis que justifiquen su presencia.
La energía piramidal, tan veraz como desconocida, podría tener parte de culpa. Las fotografías realizadas con película infrarroja muestran una especie de llamarada de color verde que sale por el ápice de pirámides hechas a escala, de un modo y con una tonalidad que pueden apreciar los videntes.
Pero, de todas formas, la energía debería quedar únicamente en esas manifestaciones. El problema es que estos fenómenos lumínicos en muchas ocasiones parecen tener vida propia, con comportamientos inteligentes y acompañando a otros tipos de manifestaciones de más compleja explicación.
El investigador Emilio Bourgón ha comprobado varias veces la presencia de una pequeña esfera luminosa de color rojizo en el templo de Ramsés II de Abu Simbel. Dicha bola aparecía súbitamente, siempre en ocasiones precisas y relacionadas con la sanación. Es en este templo donde se produce anualmente el llamado "Milagro del Sol".
Todos los días 21 de octubre, el del nacimiento de Ra, y únicamente en esta fecha, el sol del amanecer incide exactamente en la puerta del templo para llegar con su luz al Sancta Sanctorum, una capilla que alberga al faraón divinizado, a los dioses Osiris, Horus y Ptah. La luz se va desplazando en un espectáculo extraordinario e ilumina a los tres primeros, pero nunca al dios Ptah. Pues éste es el dios de la oscuridad, el dios de los antepasados del antiguo Aha Men ptah, el Amenti.
Flanqueando esta capilla, a derecha e izquierda, hay otras dos de reducidas dimensiones. En su interior no hay nada, ni relieves ni jeroglíficos, lo que en principio resulta raro, pues todo el templo se halla perfectamente decorado y esculpido. Un examen más detallado indica todo lo contrario. El pasado verano pudimos visitar el templo en dos ocasiones. En la primera, realicé un hallazgo que sugiere la existencia de un tipo de información subliminal. El descubrimiento fue puramente casual, al relajar la vista en un momento determinado.
El no mirar a un punto concreto me permitió ver algo que en condiciones normales no habría sido perceptible. Seguro que todos conocen los ejercicios de vista propuestos en libros como El ojo mágico; es decir, la mirada se desenfoca hasta conseguir visualizar en un dibujo abstracto de dos dimensiones otras figuras que aparecen en tres dimensiones. En las cámaras anexas a la principal del templo aparecieron de esta forma figuras y dibujos insospechados hasta entonces.
En la capilla de la derecha pudimos distinguir claramente una gran calavera que dominaba todo el conjunto. Por otro lado veíamos líneas que simulaban un mar embravecido sobre el que se hundía un gran barco cuyos tripulantes saltaban por la borda podría sugerir una relación de los dibujos con la desaparición de la Atlántida, de la que, según algunos, Ptah era su dios.
En la capilla visualizamos unos dibujos concéntricos que se hundían hacia el infinito. Precisamente de esa en otras ocasiones se había Una vez ante un hombre sufría un ataque de ciática, se curó al momento. En otra ocasión, la beneficiada fue una turista que acababa de hacerse en un pie un profundo corte del que manaba abundante hemorragia.
La bola luminosa envolvió el pie herido y, ante el estupor de los presentes, el corte cerró inmediatamente sin que quedara cicatriz visible. El hecho de que el fenómeno se produzca en raras ocasiones, de la misma manera y con los mismos fines, es un gran misterio añadido al bienestar psicofísico que produce la meditación en ese templo.
Sin duda, los antiguos egipcios lo sabían, pues sobre el dintel de la entrada a esta capilla dejaron representada una bola roja con dos extrañas nervaduras serpenteantes a los lados. Aparentemente, es un sol alado sin terminar de esculpir, pero los soles se representan en amarillo, y no en rojo. En cualquier caso, la esfera vibra y vuela. Quién sabe si el propio Ramsés II propiciaba su existencia.
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