viernes, 27 de septiembre de 2013

LA MECEDORA

                                   



LA SINIESTRA HISTORIA DE DOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS QUE DECIDEN
LLEVARSE A LA RESIDENCIA UNA VIEJA MECEDORA ABANDONADA EN LA
CALLE.

Yo vivo en una residencia de estudiantes y las habitaciones no es que tengan muchos muebles: dos
camas, dos armarios y una mesa con dos sillas. Como podréis comprobar no vivo solo; comparto mi
habitación con mi amigo Sergio. Pues debido a esa escasez de muebles y de la amplitud de la
habitación, un día que volvíamos de la biblioteca, vimos en un contenedor una mecedora vieja que
estaba chulisima y la pillamos. Estuvimos meciéndonos en la calle y decidimos subirla a la
habitación. No fue nada fácil hacerlo y sortear al bedel, que un tio tope brasas. Pero con mucho
arte lo conseguimos y dejamos la mecedora en una esquina de la habitación y fue acumulando ropa
encima de ella.
Pero una semana después, una noche que estaba estudiando, me pareció ver que la mecedora se
movía, era imposible, al principio pensé que seria una corriente de aire o algo, y me levante a
cerrar las ventanas, pero las ventanas ya estaban cerradas. Pensé: 'seran imaginaciones mías', y me
volví a sentar en la mesa, pero por el rabillo del ojo no podía dejar de mirar la mecedora. Cuando
me olvide del incidente, oí un ruido y me gire. Las cazadoras que estaban en el respaldo de la
mecedora habían caído al suelo. Me levanté a recogerlas y vi, esta vez muy claramente, que la
mecedora se movía, y no era por la inercia de haberse caído las chupas. Se movía muy despacio,
como si alguien se estuviese meciendo. Bajé corriendo a la sala de TV a avisar a Sergio. Subió
conmigo mientras repetía que serían cosas mías, y cuando abrimos la puerta vimos la mecedora
tirada en el suelo, de lado, y todas las ropas desperdigadas por la habitación. Sergio dijo que vale,
que muy buena la broma pero que no se creía nada. Levante la mecedora y volvió a poner la ropa
encima. Y nos fuimos a la cama. Yo no podía quitar ojo a la mecedora pero finalmente me dormí.
De pronto me despertó un ruido, como un roce de algo con algo, y encendí la luz, Sergio se
despertó. 'Tío apaga la luz', dijo.' ¿No oyes un ruido?', le dije nervioso. 'No, solo te oigo a ti dando
la brasa', grito. Finalmente escucho el ruido. Era como un roce. Buscamos de donde venia y vimos
el llavero metálico que colgaba de la llave de la cerradura balanceándose y pegando con la puerta
de madera. Estábamos cagados de miedo mirándolo y de pronto empezó a dar vueltas como loco, en
círculo, como cuando das vueltas a una cadena alrededor de un dedo, pero lo hacia solo y alrededor
de la llave que estaba encajada en la cerradura. Sergio se cabreo. Que ya valía, que muy buena la
bromita; y yo: 'tio, que no soy yo'. Y de repente empezó a cerrarse con dos vueltas la cerradura.
Clack, clack. Clack, clack... Sergio dijo 'Vale, ya se, están cerrando con otra llave por fuera', y se
giro como diciendo 'aquí ya esta todo arreglado', pero me empujo para que me girase. La mecedora
estaba moviéndose suavemente.
Estábamos que se nos salía el corazón por la boca. El ruido de la llave paro y el llavero se dejo de
mover, pero la mecedora se empezó a agitar de forma violenta..., mas y mas, mas y mas..., hasta que
se volcó.
Sergio abrió la puerta y salimos al pasillo. Decidimos no contarlo. Después de un rato deambulando
por ahí volvimos a la habitación, cogimos la mecedora y la bajamos al patio.
Al día siguiente el bedel pregunto en el comedor que quien había metido una mecedora en el patio,
que ya estaba harto de chorradas y que el próximo que armase alguna se la iba a ganar. Cuando
después de desayunar nos íbamos para clase vimos al diré de la resi ojeando la mecedora. No sé si la
habrá cogido.

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