jueves, 11 de julio de 2013

El cazador de Lobos ( cuento )

Después de saludarse formalmente,  Mackey invitó a Edmund a sentarse. La esposa de Mackey les
sirvió cerveza y cordero estofado. 
Alrededor de la casa en donde estaban había verdes praderas, y en ella pastaban algunos rebaños de ovejas, no muy lejos de allí comenzaba un oscuro bosque que iba ascendiendo hacia una montaña.
Comieron sobre una mesa rústica. En la mano de Edmund, la enorme cuchara de bronce parecía una cucharilla de té, y la silla crujió varias veces bajo su peso; Edmund era grande y corpulento. Una cabellera rubia caía hasta sus hombros, su cara era casi cuadrada e inexpresiva, y sus ojos claros habían visto muchas batallas, y parecían estar siempre alertas.  
Durante el almuerzo conversaron sobre el clima y otras cosas triviales, no tocando el tema que había
llevado a Edmund hasta allí, un apartado lugar de Irlanda.  En la sobremesa la esposa de Mackey se
disculpó al marcharse.  Al quedar solos encararon el tema.

- ¿Cree usted que podrá librarme del hombre lobo que diezma mis ovejas?
- Ya lo hice antes, me gano la vida así - respondió Edmund -. Aunque son bestias sumamente terroríficas, y su origen es sobrenatural, no son más peligrosos que una fiera enfurecida, pues sólo pueden causar daño con sus garras o sus colmillos, como un animal ordinario, y como a estos se les puede dar muerte. 
Tras decir eso Edmund fijó su mirada en los ojos de Mackey, como alguien que busca una respuesta sincera, y seguidamente preguntó:

- ¿Usted es consciente de que un hombre lobo también es un humano? 
- Sí, lo sé - respondió Mackey asintiendo con la cabeza.
- ¿Y ha pensado que es muy probable que usted lo conozca?, por estos rumbos vive poca gente. 
- También lo he pensado. Creo yo que eliminar a alguien que vive con esa maldición, sería liberarlo de esa terrible carga que lo aleja de nuestro Señor. Además tengo que cuidar a mis rebaños, que serán la herencia para mi hijo, que pronto se encargará de los campos - Mackey miró hacia una puerta, y siguió diciendo: - Luego le presentaré a mi hijo. Seguramente aún duerme en su cuarto. El muy pillo anda de amores, y amanece por ahí, ¡sólo espero que no ande con una mujer casada ¡Jajaja! Que sería un problema! 
- Usted está muy seguro ahora - repuso Edmund -, pero después es otra cosa. Por eso cobro por adelantado, y hablando de eso…
- ¡Ah, sí! Ya voy por su pago - dijo Mackey y salió de la habitación. Edmund miró hacia la puerta del cuarto done dormía el hijo de Mackey, y se rascó la nuca; presentía algo.

Mackey regresó con una bolsa de monedas de oro, Edmund no quiso contarlas - Voy a dar una vuelta por la zona - dijo Edmund y se levantó, y su estatura de gigante fue más evidente. Al cruzar por la puerta tuvo que encorvarse; medía más de dos metros, y sus hombros eran casi del ancho de la puerta.
Se apartó de la casa y pronto estuvo rodeado por una pradera aún húmeda debido a la niebla. El cielo estaba nublado y bajaba hasta las montañas que había más allá, en las tierras altas. Varios rebaños de ovejas se movían lentamente por aquel valle desolado, donde el viento soplaba sin cesar, trayendo un aroma a mar.   

Edmund estaba vestido con pieles. Entre el abrigo tenía su espada, pesada y grande, aunque en sus fuertes manos era como una liviana rama. La desenvainó y comenzó a practicar con ella, imitando movimientos de defensa y ataque, haciéndola cortar el aire en rápidos movimientos circulares, o en rectas estocadas.  Luego se sentó en el suelo a reflexionar.
Tenía un sexto sentido que había desarrollado, o afinado más bien, pues todos los humanos lo poseen, al igual que los animales, aunque la mayoría de los hombres se vuelven insensibles. Lo cierto es que Edmund presentía, estaba casi seguro, que el hijo de Mackey era el hombre lobo.  
Tornó a la casa, y al entrar vio al hijo de Mackey, que se llamaba Calin, que sentado en la mesa, revolvía la comida que su madre le había servido, sin probar bocado, allí también estaba su padre.

- Hijo, quiero presentarte a Edmund, el guerrero que contraté para cazar al hombre lobo.
- Creo que desperdicias tus monedas padre - dijo Calin sin dejar de mirar el plato que tenía enfrente -. No creo que cualquier guerrero pueda contra un hombre lobo, además… - en ese momento Calin volteó hacia Edmund; el gigante rubio lo miraba sin inmutarse, como si fuera una estatua. Calin se impresionó pero trató de disimularlo - Bueno padre, si es su deseo el gastar sus monedas inútilmente, yo no diré nada - y dicho esto se retiró de la habitación. Mackey quedó muy turbado.

 - ¡Pero que bríos los de este muchacho! Espero que no le ofendiera.
- Para nada - dijo Edmund - El muchacho se tiene confianza porque él es el hombre lobo.
Mackey lo contempló perplejo  
- ¿Qué ha dicho usted? ¡Qué mi hijo es un hombre lobo!
- Exactamente. Al decir esas palabras él mismo lo confirmó. Es obvio que se siente orgulloso de lo que es. Los hombres lobo, al transformarse son poseídos por un espíritu maligno, un espíritu primitivo; pero están concientes de lo que hacen. Para algunas personas es una maldición, a otras les gusta.
- ¡Imposible! Es mi hijo… es… no puede ser él - mientras Mackey lo negaba, miraba al suelo, y en su mente evocó las trasnochadas de su hijo, su falta de apetito durante varios días al mes, su conducta soberbia,  como si fuera poderoso, y sobre todo el relato de uno de los pastores, en donde afirmaba haber visto a Calin partir rumbo al bosque durante el ocaso, mientras se desprendía de sus ropas.       
Finalmente Mackey levantó la mirada.
- ¿Qué debo hacer? - preguntó -. ¡Es mi hijo! - la cara de Edmund había vuelto a ser monolítica, sin expresión. 
  
De pronto escucharon un galope que partía desde el establo. 

- Ahí va su hijo - dijo Edmund -. Escuchó nuestra conversación escondido tras la puerta. 
En efecto, Calin había escuchado todo. Su padre y Edmund salieron de la casa. Calin, que ya se había alejado un buen trecho, frenó el caballo y giró hacia la casa. Apuntando con el brazo gritó esto:

¡Tú, gigantón, esta noche verás en que te metiste! ¡No soy sólo yo, habemos muchos, y esta noche nos alimentaremos con tu carne! ¡Padre, también me las vas a pagar por contratar a alguien para que me mate! ¡Disfruten de lo poco que les queda de vida! - y dicho esto taloneó al animal y se alejó galopando.  
Mackey abrió la boca como para decir algo, pero quedó callado, mirando hacia el horizonte donde vio perderse a su hijo. Edmund estaba de brazos cruzados, planeando una estrategia para la inminente batalla.

Hay que reforzar puertas y ventanas - comenzó Edmund -. Las paredes son sólidas, seguramente intentarán entrar por el techo, pero ahí estaré yo.  Si tapiamos bien las aberturas, la cosa será entre ellos y yo, ustedes estarán a salvo, por lo menos mientras yo viva.  Si quieren pueden huir ahora, y dejar todo lo que tienen para esos monstruos; yo no huiré, ninguna bestia peluda me va a asustar.

Por dentro Edmund estaba emocionado; había nacido de guerreros y pensaba morir como un guerrero. 
Mackey había quedado atónito y seguía mirando el horizonte. Edmund lo sacudió de hombro.

- ¡Mackey! No hay mucho tiempo, ¿quiere huir o peleará? - le preguntó Edmund.
- Me quedaré.
- Entonces consiga madera, travesaños largos, todo lo que pueda servirnos para bloquear las aberturas.
- Hay madera en el granero.
- Vamos a buscarlas. 

Momentos después Edmund salía del granero con montón de madera sobre su hombro, que a un hombre promedio le hubiera tomado varios viajes cargarla, pues era muy pesada.
El sol ya se iba arrimando a las montañas, y en las zonas bajas iba creciendo una bruma fantasmal.
Reforzaron puertas y ventanas. Mientras trabajaban la esposa de Mackey lloraba en un cuarto. 
Cuando terminaron Edmund buscó las cosas que había traído, y de una especie de bolso sacó un arco y un gran manojo de flechas, junto con un escudo, y le dijo a Mackey:

 Ya casi acaba el día. Voy a subir al techo, cuando salga tranque la puerta con los travesaños. No tema - continuó Edmund -, es muy probable que esta noche vayamos a morir, y no querrá irse de este mundo con miedo. 

Tras decir eso salió de la casa.  Recostó una escalera a la pared y subió al techo, luego subió la escalera también. 
Desde el techo de la casa contempló el basto paisaje que se abría en todas direcciones.  Por un lado el terreno ascendía gradualmente hacia unas montañas lejanas, en donde terminaba de ocultarse el sol.
En el otro extremo, donde se desparramaban las tierras más bajas, rumbo a los acantilados que caen al mar, asomaba la luna llena, una luna enorme, amarilla, y desde ese lado soplaba el viento. 
Edmund repasaba el filo de su espada cuando escuchó una serie de aullidos, y sobre una loma se recortaron las figuras de varias decenas de hombres lobo.  Edmund sonrió y aprontó su arco; tal vez esa noche volvería a ver a sus compañeros guerreros, los que murieron en batalla, y a su padre, que seguramente lo recibiría con un abrazo, y un golpe en el hombro con su gran mano. Y si eso no pasaba, si sobrevivía, habría menos  hombres lobo en esa región, en donde ya había demasiados,  a juzgar por la pequeña horda que se aproximaba a la casa.

Avanzaban en tropel, unos sobre sus cuatro patas, otros se erguían como hombres y corrían a zancadas,  y todos gruñían y babeaban por sus fauces entreabiertas. 
Edmund juzgó la distancia y tensó su arco.  Sólo él podría disparar cómodamente aquel arco, pues era sumamente grueso y difícil de tensar; se necesitaba mucha fuerza. En compensación, las flechas disparadas por él atravesaban casi cualquier cosa, y los hombres lobo no eran una excepción. Las flechas cortaban el aire con un silbido, y luego rodaba un hombre lobo. Así muchos quedaron por el camino, con la cabeza o el pecho atravesados. Los que llegaron se dividieron, abalanzándose contra la puerta algunos, mientras otros trepaban por la pared.  Los que llegaron al techo encontraron a Edmund pronto para dar batalla, con el escudo en un brazo y esgrimiendo su espada. 

El acero que brillaba bajo la luz de la luna, pronto se tiño de sangre. La espada describía amplios círculos, subía, bajaba, parecía tener vida propia, y bajo su mortal danza los hombres lobo caían hecho pedazos. La fuerza de cada golpe era imponente, y el filo de la espada también.
Los arañazos de los hombres lobo le daban al aire o resbalaban en el escudo, y no podían acercarse lo suficiente como para morder.
Cuando alguno saltaba hacia él, Edmund se esquivaba o rodaba. Intentaban acorralarlo, no darle espacio, pero el hombre era hábil en su oficio, y tenía experiencia en las montoneras.
Los  que estaban abajo, vieron a sus semejantes caer desde el techo, y el alero de la casa comenzó a gotear sangre. Todos lanzaron un largo aullido, precipitándose a trepar  la pared luego. 
Edmund estaba como poseído por sus ancestros guerreros. Lanzaba alaridos que resaltaban entre los gruñidos de los hombres lobo, y su espada seguía segando como en una cosecha sangrienta.

Como un gigantesco ojo en el cielo, la luna miraba la batalla desde lo alto, y cuando estaba en el cenit del firmamento, vio que sólo Edmund se erguía entre destrozados cuerpos de hombres lobo. Al verse vencedor lanzó un grito de victoria a la vez que levantaba su espada. Y en el otro mundo sus ancestros se regocijaron.  
Arrojaba los cuerpos hacia abajo cuando vio que cerca de la casa aún había un hombre lobo vivo. 
Inmediatamente supo que era Calin. El muy cobarde no había atacado.
Calin gruño de rabia, pero sabía que nada podía hacer solo, y no quería terminar como los otros.
Intentó huir, entonces una flecha surcó el aire, y Calin la vio asomar por su pecho, cayendo muerto después. 
Mackey se atrevió a salir cuando el sol ya calentaba la tierra. Contempló horrorizado todos aquellos cuerpos, y al levantar la vista vio al de su hijo.  
A esa hora Edmund ya estaba lejos; ya había hecho su trabajo y caminaba hacia otras tierras.  



 Autor:  Jorge Leal.

4 comentarios:

  1. Deberías citar la fuente y aclarar que NO es tuyo. El autor es Jorge Leal.

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    1. Tienes razón, debería citar la fuente pero no lo he echo. Un fallo Mío en esta entrada y en las demás. Así y todo en mi perfil tengo especificado porque se llama así el blog, te lo copio por si no lo has visto.
      A mi Blog: El Balcón de María, le puse este nombre, por que desde el me asomo a todo aquello que me gusta, leyendas, sucesos extraños, supersticiones, mitología, cuentos de terror, etc. No que fuera yo la autora. De todas formas a las próximas publicaciones les pondré el autor o autora, a esta ya que me lo has dicho se lo pongo. Gracias por el comentario.

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  2. Gracias María por la rectificación, es un gesto que te honra. Disculpa si el tono fue cortante pero creo que debemos intentar respetar el trabajo de aquellos que se toman el esfuerzo de crear contenido.

    Enhorabuena por tu blog.

    Saludos.

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    1. De nada, era mi deber. Admiro a todos los que tienen el talento de crear.

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